Desaparecer. Esfumarme. Huir. Irme. Olvidar. Marcharme.
Evaporarme.
Escribo esto desde la mesa de mi despacho. He
terminado un agotador recurso de apelación, he enviado dos demandas recién
salidas del horno, contestado a emails y llamadas, tomado dos cafés con leche.
Dos. Dos. Yo que máximo me tomo uno a primera hora de la mañana, -corto de café por favor. Y Calentito.-
mientras espero el tren. Dos. Hoy he necesitado dos. Un chute de cafeína para
aguantar el jueves. Jueves. Que estás a un día del viernes. Que me haces la
semana llevadera y a la vez agotas mis fuerzas. Me pones al límite.
Preparándome para el fin de semana.
Partir. Fugarme. Evadirme. Desertar.
Escabullirme. Volatilizarme.
Es lo que hoy, día 21 de febrero de 2013, me
gustaría hacer. Dejar los escritos, las obligaciones, los documentos, las
facturas, los plazos, el largo trayecto hasta el trabajo, las prisas, las
demandas, los clientes, el gimnasio, las mancuernas, las clases, el tupper, los
abdominales, que me vean muy joven para ser abogada, los 15 minutos para la
comida, el “pi pi pi” a las 7.30 horas de la mañana.
Sin embargo el gimnasio me gusta. No quiero
dejarlo. Quiero tener más tiempo para disfrutarlo. Eso es… reformulo la
ecuación. Quiero dejar las prisas, las obligaciones, las insatisfacciones. Ah
sí. Y los 15 minutos del tupper. Reivindico comer en casa. Con comida recién
hecha. Primero y segundo. ¡Y postre! Y poder echarme una siesta de veinte
minutos, mientras veo alguna serie tonta en Divinity.
Pero… quiero seguir cobrando a fin de mes! Oh
oh! … Recapacito. Releo. Pienso. Pienso. Pienso. No se me ocurre nada. Pienso
–luego existo-.
Claro! Existo. Soy capaz de pensar, de reír,
de soñar, de enamorar, de disfrutar de la vida. De los pequeños momentos, que
en el fondo son los más grandes y normalmente los menos frecuentes. Placer.
Pienso en lo que me produce placer.
Las duchas matutinas, ese primer café con
leche del día, encontrar un tupper en la nevera preparado por mi mami, contemplar
desde el tren el amanecer, ver cada día el mar, llegar a la oficina cuando aún
no hay nadie, ir a los juicios, tener 26 años, ir al gimnasio los medio días,
sudar, superarme, sorprender gratamente a los clientes, escuchar la radio
mientras trabajo, whatsappear con mis amigas en horas laborables. Me gustan las
6 de la tarde, porque se acerca la hora de volver a casa. Me gusta trabajar con
un ordenador porque puedo estar conectada con el blog. Con vosotras.
Actualmente me gusta ‘hacer Skypes’. Me gusta la vuelta a casa, ir sentada en
el tren, tranquila, serena, relajada, leyendo un buen libro. Me gusta llegar a
casa, el olor a pueblo, a césped recién cortado. La alegría que siento cuando
veo a mis perritas. Me gusta el cambio automático que se produce en mi voz
cuando hablo con ellas. Y el no sentirme ridícula por ello. Me gusta sentir ese
amor incondicional de mis niñas. Me gusta besar a mis padres cada día…
Ufff. Si todavía continuáis leyendo deciros que sólo escribo esto porque me sale de dentro, como un
huracán, y tengo que soltarlo todo, de golpe, de una, sin releer. Me siento
agradecida por la vida que tengo. Y quiero transmitiros este sentimiento por si
alguna vez os pasa lo mismo. Por si alguna vez os cansa vuestro trabajo, os
cansa vuestra rutina. Para que comprendáis que es vuestra. Y que seguro que
tiene momentos únicos.
He querido mostraros un trozo de mi rutina,
que como es mía, la quiero mucho. Gracias a todas por estar ahí ♥